Nacida en Corea del Sur, Rebeca Hwang creció en Buenos Aires, Argentina, y estudió en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Hoy es una reconocida emprendedora, que fue elegida como una de las mujeres líderes globales por el Foro Económico Mundial. Da clases de creatividad en Standford y Thunderbird, y administra fondos de inversión relacionados con tecnología. En este artículo, analiza los cambios que trae aparejada la IA en el mundo laboral y sostiene que, en tiempos de incertidumbre, lo mejor es hacerse las preguntas correctas.
Estamos siendo testigos de una de las revoluciones tecnológicas más grandes de la historia de la innovación. La irrupción de la Inteligencia artificial (IA) generativa fue tan potente como el descubrimiento del fuego, pero su impacto y su difusión fueron mucho más veloces. Y lo llamativo es que, a ese mismo ritmo, seguirá evolucionando. ¿Es esto algo malo per sé? No puedo responder esta pregunta más que con una certeza: ya no podemos elegir no entender la tecnología. Estamos totalmente atravesados por ella y, sin dudas, transformará nuestras vidas y nuestro trabajo, que es el tema que hoy nos convoca.
Como profesora de la universidad, con la aparición de la IA generativa, tuve que buscar una nueva manera para evaluar los proyectos de mis alumnos. Velozmente, debí cambiar el algoritmo que utilicé todos estos años para calificarlos. ¿Cómo podía hacer de una manera diferente lo mismo de siempre? Ante tanta incertidumbre, creo que el desafío es hacernos las preguntas correctas.
¿Qué tal si, en lugar de preguntarnos qué trabajos van a desaparecer, cuestionáramos cómo se van a transformar todos nuestros roles actuales? Si hoy pudieran eliminar las tareas repetitivas y aburridas en las cuales su aporte personal es cero, pero su inversión en tiempo es alta, ¿cuáles serían? Si la quitaras, ¿cómo impactaría tu vida profesional? Cuando eliminemos las tareas automatizables, ¿qué haremos con el tiempo que recuperamos? ¿Cómo aprovecharemos ese momento de ocio?
¿Qué tal si, en lugar de preguntarnos qué trabajos van a desaparecer, cuestionáramos cómo se van a transformar todos nuestros roles actuales?
La IA viene a replantear nuestro concepto de productividad y eficiencia. En el pasado, cada vez que aparecía una nueva tecnología, se creaba un vacío. Y nosotros lo utilizábamos para introducir otra actividad productiva. En este momento, tenemos una ventana para ser más conscientes y pensar qué podemos hacer con ese tiempo. Capaz, esta vez decidimos no sumarle otra tarea, sino crear el espacio para que, como especie humana, podamos tener ocio y, así, pensar, innovar y ser creativos de una manera diferente.
Si nos enfocamos en el ámbito laboral, las posibilidades que habilita este cambio son indescifrables. ¿Cómo podría la IA transformar un mercado laboral como el de Latinoamérica? Si sabemos que en esta región la escasez de talentos es el gran desafío de las empresas, ¿qué pasaría si las organizaciones se apalancaran en la IA para potenciar la educación de sus colaboradores?
Los CEO juegan un rol clave para responder esta pregunta. Me gusta bromear con ellos y decirles que, en este escenario, además de Chief Executive Officers deben ser Chief Emotional Officers, o jefes de las emociones. Su liderazgo es la llave para reconducir los miedos y la incertidumbre de sus equipos (y la suya propia) sobre el futuro laboral. Para ello, me parece fundamental crear espacios dentro de los equipos donde todas las personas puedan compartir y conversar sobre las inquietudes que despierta la IA. También, estoy convencida de que capacitarlos es el camino para que se familiaricen con las distintas aplicaciones y tomen dimensión real de las posibilidades que abre esta tecnología.
Pero hay una cuestión que no deben pasar por alto: que el impacto de estas tecnologías sea positivo o negativo dependerá de cómo las administremos. Y encuentro dos cuestiones claves para cuidar este rumbo. La primera es reentrenar a todos los equipos en Diversidad e Inclusión. La IA toma información y crea algoritmos, pero muchas veces estos datos ya están sesgados. Una de las fuentes de las que la IA se nutre con información son las enciclopedias online, donde la gran mayoría de las biografías que aparecen son de hombres. Todos sabemos que la sociedad no está conformada de ese modo. Entonces, debemos asegurarnos de que la IA no propague ese sesgo y, para ello, las personas deben tener una mirada entrenada.
Que el impacto de estas tecnologías sea bueno o malo dependerá de cómo las administremos.
Un segundo tema de gran importancia es la privacidad. Si la IA se nutre de la información que aportan las personas, debemos plantearnos quién va a poder acceder a ella, con qué restricciones y cómo se va a proteger. Entrenar a los equipos para que velen por ella será una manera de construir un uso responsable para que sean las personas y no la tecnología quienes definan los límites de esta poderosísima herramienta. Si estamos viviendo a la velocidad de la luz y nos cuesta seguir el paso, imaginen el marco regulatorio. Por eso debemos preocuparnos porque las personas consigan autorregularse.
Volviendo al tema de los talentos y de la educación, hoy, a diferencia de 10 años atrás, no puedo hablar sobre cuáles van a ser las carreras del futuro. Solo puedo decir que debemos tener bien en claro qué es lo que los humanos hacen mejor que las máquinas. Creo que exponerse a todas las experiencias posibles es el mejor camino para estar preparados para lo que viene porque, precisamente, las máquinas no pueden ejecutar la interseccionalidad. Combinar esas experiencias y derivar de ellas nuevas capacidades y habilidades es una característica reservada a los seres humanos. Somos los únicos capaces de crear emociones. Por eso, los invito a entrenar a las personas en versatilidad, improvisación y en cómo contar historias, para que sean ellas quienes la escriban de puño y letra.